La locura de la Navidad


Hoy puede sonar el post a crítica ácida, sin que sea mi intención directa. Tampoco busco hacer una denuncia de lo que probablemente todos sabemos. Ojalá seas capaz, y no lo dudo por eso escribo, de leer entrelíneas. Un saludo. De verdad, y sin repetir absurdamente palabras, FELIZ NAVIDAD.

No lo tengo todavía muy claro, aunque me aventuro a pensar y decir que no es cuestión ni de la Navidad, ni de estos días, ni de la decoración navideña (a lo mejor tanta luz, contribuye un poco, pero no mucho), ni de las reuniones familiares, ni de las cenas con amigos, ni de otras quedadas, ni de las felicitaciones, ni de los regalos, ni de viajes, ni de sorpresas, ni de turrones o polvorones, ni de bombones, ni nada de eso. Quizá sea el exceso de tanto en tan poco tiempo. Aunque tampoco es para tanto.

La locura de estos días viene con nosotros durante todo el año. No nace por generación espontánea, ni se contagia socialmente. Lo estamos deseando, darle rienda suelta. Por si no te habías dado cuenta,  es como si sonara la campana de diciembre -ya se adelanta a noviembre incluso- y todo el mundo se pone a correr, como si nos dieran aviso de última vuelta, de la última oportunidad. Los mayas inventaron un final del mundo una vez, pero la cultura occidental enloquece una vez por año, por lo menos. Esta locura que «disfrutamos» todo el año se desborda sin control estos días, porque todo tiene que salir estupendo, todo parece que debe ser maravilloso, todo se supone que será mirado al detalle, todo debería contener la esencia de estos días. Me parece que la locura es precisamente esa, la de la expulsión durante una temporada de todo lo normal y de lo más cotidiano, la de lo artificial por lo artificial sin fundamento ni sentido, la buena cara, o incluso falseante maquillaje, encima de los sufrimientos, de las adversidades, de las contrariedades. Quisiera saber acompañar mejor a quienes en estos días sufren por lo que sea. ¡Eso sería Navidad al modo como Dios se la plantea al hombre!

Si nos dejan a nosotros… Si nos dejan a nosotros Dios no nace en un pesebre sin luces. Ni llega así como así. ¡Una estrella era poco! Nada de mula ni buey, por supuesto, como poco una manada de poderosos caballos, y a la puerta esperando para volver a casa el Ferrari que más ruido hiciera del mercado. Con María tendríamos que haber salido de compras por las calles más lujosas en busca del traje por excelencia, que no sería «azul y rojo», que eso ya no se lleva, sino de lentejuelas doradas. Y a José en lugar de un silencioso cayado me imagino que, como mínimo, le hubiésemos puesto un sofá para que reposara, y una buena televisión para que siguiera la Gran Noticia. Entre tanta historia navideña no sé cómo hubiera quedado el Niño, el único hombre que ha decidido nacer, y así ser obediente.

La locura navideña es lo más contraria a la Navidad misma. Es una locura ajena a las fiestas que lo contagia todo, lo enmaraña todo, lo complica todo. Lo que es un absurdo y lo que hace de todo esto ridículo es querer pasar unos días locos cuando se nos presenta un tiempo de mayor sencillez, de mayor humildad y de mayor pobreza. Los locos imaginan lo que no hay, y quizá es lo que ocurre estos días, que se «fuerza la máquina» para producir una felicidad inexistente en lugar de arriesgar el propio corazón para acoger lo que se nos presenta. Es muy difícil para el hombre, según parece, no considerarse el creador y el hacedor de las cosas, incluso de la Navidad, que por definición es un tiempo en el que Dios hace lo que quiere, lo inesperado, lo sorprendente, lo que descuadra al hombre, lo que le saca de donde está. En estos días, en los que comprobamos que por mucho regalar y regalar lo que esperamos es que alguien se acuerde de nosotros y sepa lo que nos conviene y nos hace felices, todavía me pregunto por qué no levantar la mirada un poco más allá de nuestras narices.

Me parece de lo más normal que haya quienes no se sienten en consonancia con la Navidad según se pinta. Es más, creo que son los que mejor se están preparando para ella, armándose de valor para llevar la contraria al estilo divino, que prefirió lo más pequeño en lugar de llegar al son de trompetas, armándose de paciencia para soportar las inclemencias que resulten de los excesos humanos, y disfrutar así del desbordamiento del amor, de la tranquilidad del nuevo nacimiento, de la alegría por contemplar un mundo nuevo.

6 pensamientos en “La locura de la Navidad

  1. Padre, esta vez creo, mas que nunca, que Ud.es un hombre de Dios.Quiza lo somos todos, pero no nos paramos a caer en cuenta.Soy deudora de sus palabras, agua para mi sed.

  2. totalmente de acuerdo con lo que dices, jose y es mas si maria y jose llamaran a nuestras casas pidiendo un rinconcito para descansar no se le abriria la puerta ni les ayudariamos a comer y beber y que diera a luz el niño ya otros años en la prensa han salido noticias como estas un matrimonio pakistani en un barrio de madrid venia una mujer en estado muy avanzado del embarazo no tenian dinero y ella iba a dar a luz se le cerraron las puertas para ayudarles.Yo no comparto nada de lo que se esta haciendo con esta festividad cristiana tan distinta de lo que quieren hacer con ella.yo me siento triste de este gran despilfarro que hacemos olvidandonos de la cantidad de familias que no tienen para llevarse a la boca alimentos no solo estos días sino un año entero,la Navidad aútentica no necesita nada de todo esto que se esta imponiendo es esta sociedad de consumo.gracias a Dios hay gente que la vive de otra manera.

  3. Pues yo me lo paso pipa. Como decías en otro de tus post, el Niño nace, queramos o no. Y creo que en cierta forma nace en los corazones de todos, un poco también queramos o no.

    Hoy me he pasado el día de viaje. He visto muchísima gente. Y les he visto sonreír, ser amables. He visto miradas de esperanza y de cariño. Y muchos abrazos. Y bromas. Y alegría. Queramos o no, la Navidad es maravillosa.

    Es cierto que, a veces, no sabemos muy bien qué hacer con esta maravilla que se nos regala. Nos viene grande, ¡enorme! Y eso que es un bebé, pero aún así nos supera. Y la disfrazamos de muchas cosas a ver si así la comprendemos. Intentamos hacerla a nuestra medida para que nos quepa en nuestra corta cabeza, porque si la dejamos entrar en el corazón, así entera, sin procesar, sabemos que nos lo desborda. Que nos hará vulnerables. Y eso no puede ser…

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