El secreto de mi Navidad es hacerte feliz


Comencé la Navidad así. Una Navidad que siempre supe que no era mía. Este tiempo, como cualquier otro, debería ser para regalar enteramente. Qué torpe es quien pretenda quedárselo, y qué lección de vacío le dará a todo aquel que piense en manipularlo. Algún día podre decir por qué intuyo que este es el camino por el que se anda en paz. Una Navidad sencilla, orientada, centrada. La Navidad no es mi navidad. ¡Claro que la Navidad es tiempo de felicidad! ¡Claro que es tiempo de alegría! De la felicidad que pueda dar, aquella que esté dispuesto a poner en personas y no en las cosas, y de la alegría que sepa compartir a tiempo y a destiempo. Qué importante es saber que hacemos lo que podemos cuando el deber y las obligaciones nos muestran nuestra incompetencia. Qué importante es creer en lo que vivimos, y que estamos vivos en Navidad con lo que esto significa. Qué importante me resulta ahora, y tan evidente, que Navidad tiene tanto de espíritu que nada podrá contenerlo por entero más allá del corazón de un niño que mira con los ojos perdidos en el horizonte y tiene el rostro calmado y en paz, como antes de dormirse.

Si me pides más de lo que soy, tendré que quedarme a las puertas de Belén. Me veré humillantemente humillado, y no sabré qué hacer más que mirar. La Navidad también nos muestra que la felicidad está en el perdón y la reconciliación, y que se pueden curar muchas heridas. Si no puedo darte más, te diré que te lo he dado todo. Hasta entonces, hasta que no haya tocado límite y me encuentre rebasado, estaré guardándome una carta tontamente. Lo que quiero es poder ponerlo todo a tus pies, segundo a segundo. Tú eres el centro de la Navidad, al menos de mis días. Y ti me saben todos los manjares dulces y amargos de estas fechas. Y a ti huele mi propia presencia. Hasta entonces, hasta haberlo dado todo, hacer feliz al modo que sea, de la manera que tenga que ser y se pueda, con las fuerzas de las que dispongamos. Bien con la típica sonrisa, y con los juegos. Bien con la mirada, o viendo algo entre nosotros. Bien con el esfuerzo que pueda hacer por ti, después de preguntarte qué necesitas. Bien con lo que llevo entre brazos y sé que puedo compartir. Bien poniendo a tus pies aquello que tú mismo me diste hace ya mucho tiempo. Bien en las tareas, en los cortes, en las interrupciones, en los bostezos. Bien solos o acompañados, aunque siempre cercanos. Incluso mi tristeza puede ser motivo de felicidad en este caso. Bien en la esperanza o la nostalgia, al pasar fotos de otro tiempo que no es ahora o al programar el tiempo que hará mañana. Bien en tu casa o en las calles, o en los móviles y mensajes. Bien en los cantos típicos de las fechas o en los que siempre serán inolvidables por otros motivos. Bien en la  Bien con mi silencio durante el día y la noche, o bien con mi palabra preferida. En el juego en el que desvanecen las presencias y las ausencias claras, sabiendo quiénes somos y de dónde venimos.

Navidad no soy yo. Navidad tienes que ser tú, y salir a tu encuentro. Y poder decir desde el hondo corazón que hacerte feliz es mi secreto, y que es el único motivo que tengo para sonreír como un niño, y dejarme enternecer como un pequeño, y mirar la debilidad y la fragilidad sin arrugarme, y que sólo por ti sería capaz de olvidarme de mí, de todo lo vivido hasta este encuentro, y seguir hablando durante días y noches enteras, y seguir preocupándonos de todo el mundo juntos. Y que sólo en ti, y sólo por ti, estos días pueden ser llamados días grandes, mágicos y celestiales, más propios de otro mundo y de la vida nueva. Y que sólo tú has roto el hielo y frío que lo envolvía. Y que esto que hoy te digo no se lo podré contar a nadie.

No estoy de vacaciones


El mundo se divierte descuadrando personas. Unas trabajan para que otras crezcan. También para que se diviertan. El bien de unos se asienta sobre la entrega de otros, sobre su buen hacer, sobre su sacrificio. Hoy paseé de nuevo, en mitad de la Navidad, por los pasillos de un hospital, y vi mucha gente en pie, de guardia, con atención. Algunos vestidos para la ocasión con traje de faena de diferentes colores, y otros con ropa cómoda para aguardar al pie de la cama del amigo, del hermano, del familiar querido, junto a otra cama que va dejando de ser ocupada poco a poco por una persona anónima. Y de este paseo, a otros paseos, con la espinita esta vez bien clavada. Hay gente en nuestro mundo que nunca descansa, que siempre sabe estar, que su vida se engendra y gesta en el trabajo, o más bien servicio a los demás. Una vida sin vacación sólo puede ser sobrellevada como vocación. Así las madres en sus casas, así los padres, así los esposos, así los amigos, así otras ricas y apasionadas vocaciones de nuestro mundo que se mantienen cuando otros descansan y para que otros crezcan.

Me ha hecho un bien enorme darme cuenta de esta situación. No hablo de la necesidad de descanso, siempre necesaria, sino de otra cosa, a otro nivel y de otra dimensión. Espero que lo comprendas porque hay personas a tu lado que, efectivamente, nunca se cogen vacaciones en lo que son. Y éstas, intuyo, son las que sostienen el mundo con su amor. Son aquellos que no dejan nunca de ser, los que nunca paran en su hacer, los que donde van siembran, los que son llamados y están, los que andan con cien ojos en mil cosas. Estos hombres y mujeres de diversas edades no tienen papeles que acrediten su historial, sino arrugas en las manos y una sonrisa asimétrica en la cara. Una verdadera maravilla, ante la que hoy, quizá como en pocas ocasiones he sido consciente, me quito el sombrero. Son para mí una lección viva de aquello que sé que deseo interiormente alcanzar, compartir y vivir. Los que no son de hoy sí, mañana no, sino que permanecen por siempre en humildad, sin excesivo reconocimiento, yendo y viniendo de un sitio a otro, sin firmar entrada ni salida.

Aquello que en tantas ocasiones vivimos como castigo o como condena, como un sufrimiento, con la terrible angustia del no parar, de vivir siempre atareados, ellos lo saben llevar con dulzura, con encanto, contagiando. A mí algo se me ha pegado hoy de quienes he visto, y se distinguen bien de los que están de otro modo en el mundo. Hoy han brillado, sin llamarlos, ante mis ojos. Hoy me he dejado sorprender, como un niño al que se le cuenta uno de los secretos mejor guardados. Los hombres, que parecen todos iguales, no lo son verdaderamente. Los hay de colores para despistar, y tampoco en esto radica la diferencia. Los podrás colocar por edades sin alcanzar su corazón, allí donde están escritas sus intenciones, allí donde el hombre y la mujer tienen la oportunidad de vestirse de lo que son, sin dejar de serlo nunca, con traje que no desgasta la vida.

Creo que esta es la mejor entrada para compartir el trabajo de todo el trimestre en un único archivo. Aquí tienes todos los post, tal y como fueron escritos. Si algún día los reviso, también te los daré gratis. Porque aquello que fue recibido así, como el amor, no se puede ser motivo de comercio por mi parte. Si en algo te ayuda, me alegraré. Si no fue así, tendré que mejorar. Y si en algo empeoré tus pasos, o te hice tropezar, te pido mil disculpas.

Me hubiera encantado, como puedes comprender, ofrecer una versión un tanto revisada y más cuidada. Ni índice he hecho. Ojalá sea, en cualquier caso, motivo de diálogo. 

ARCHIVO ONLINE – Si alguien lo quiere de otro modo, sólo tiene que pedirlo.

Haz sólo aquello que te apasiona


Pues no, mira tú por dónde, pero por muy bonito que suene, esta vez no te hago caso. No me hagas perder el norte. Paso de frases como éstas, tan engañosas y rabiosas, que parecen enfadadas con la vida normal dispuestas a crear, no un mundo mejor poco a poco, sino un universo paralelo vaya usted a saber dónde y con quién.  Esto de «hacer sólo lo que te apasiona» se parece muy poco a la vida real. Una exageración, como tantas otras de las que hacen daño de verdad en las conciencias.

Más bien al contrario, prefiero fiarme de mis pasiones para buscar al vida, nada más, y una vez reconocidas, escogidas, aceptadas a pesar de lo que exijan, andar por ellas con paso firme y la humildad necesaria para dejarme sorprender por malos y buenos momentos, sin creer que todo lo puedes, sin pensar que será maravilloso. Las pasiones darán fuerzas en aquellos momentos en los que puedan sostenerme, y sin embargo, no estarán en todo momento conmigo. Se necesita algo más consistente para fundar y dar firmeza a la vida de cualquier hombre, por pequeño que se crea.

  1. Hay días en los que mis pasiones no me apasionan, porque las cosas van torcidas o porque voy de lado. Si son frecuentes, plantéate otras cosas; pero sin despreciar la grandeza y la educación posible en los malos momentos. Da igual, pero el valor de la permanencia, de la constancia, de la esperanza y del valor es la mejor manera de decir al mundo que he encontrado un tesoro, que no depende de mí, que es valioso por sí mismo.
  2. Para llegar a algo que apasione, hay que haberse equivocado no pocas veces, algunas de ellas no poco serias ni infantiles. Hablo de riesgos, de sorpresas, de fracasos, de frustraciones, de probar con intensidad el significado de la limitación y de la impotencia.
  3. Porque las realidades «puras» no concursan con la finitud. Cierto es que hay grados, como en todo. Y que no da igual asomarse a un pozo que verse reflejado en aguas límpidas y cristalinas. Cierto es que cuando menos te lo esperas hay destellos de luz que todo lo inundan. Sin embargo, los perfeccionistas no son los que más éxito tienen, y en muchas ocasiones son felices aquellos que, sin más, se han aprovechado de las circunstancias.
  4. En ocasiones, frases como éstas nos hacen olvidar que el hombre debe recuperar su propia humanidad y crecer en dignidad antes de enfrentarse al mundo y estar en él. Como si todo lo pudiera, megalómanamente, o como si la mayor parte del mundo fuera una infeliz panda de inconscientes. Creo que cada hombre que en su vida se esfuerza, no en los pocos que parecen llegar a tener éxito y renombre. Prefiero la conversación y el trato con los hombres de carne y hueso, en su cotidianeidad y pequeñez, que verme encerrado en una jauría de personas que se creen más de lo que son, que aspiran a lo que no pueden alcanzar. Y este ha sido el lema de la humanidad durante toda su vida.
  5. Estimo que esta frase me separará demasiado de aquellos que sufren, llevan lágrimas en los ojos o tristeza en el corazón. El que permanece junto al que sufre, sufre. El que se sitúa junto a los que necesitan esperanza, se ve golpeado también por su desilusión. El que vive para enseñar, se roza habitualmente con la ignorancia. Y el que ama está llamado a poner amor donde no lo hay, o donde no lo habría sin su presencia. Y esto, a mi entender, dista mucho de lo que puede «apasionar» el corazón del hombre, que tiene más que ver con la atracción fantasmagórica de los anuncios y reportajes de televisión.
  6. Un poquito de racionalidad, ¡por favor! No tanto sentimiento, sensiblería… Un poco de razón, de objetividad, de memoria, de visión de conjunto, de aceptar lo que también otros pueden hacer por otros, lo que se puede llevar en algo más que los propios hombros. Un poco de serenidad antes de abandonar, de dejar, de partir. Un poco de prudencia, de cordialidad, de firmeza, de valor a lo que en otros parecía cierto, sin dejarse llevar por las corrientes que corren, por las pasiones del corazón, por las torceduras de la existencia. Un poco, sólo un poco, de solidez, de abrigo para el que atraviesa áridos valles o sube cumbres escarpadas. Un poco de todo esto, mezclado, y termino así, en aquello que verdaderamente nos apasiona.

Soy deudor de tus palabras


Cuando escribo no pienso en quienes me enseñaron ni a leer, ni a escribir. Debería hacerlo, pero se me olvida. Así de torpe soy, o somos, si a ti también me pasa. Pero sí me vienen a la memoria muchas personas de quienes he copiado palabras, de quienes se me han pegado frases y giros, o aquellos en quienes me sumergí de joven para jugar con sus posibilidades, voltearlas y disfrutar combinándolas, o aquellos con quienes comparto esquemas, pensamientos, sentimientos, formas de nombrar la vida, las cosas y el mundo. No fue un robo, sino una acogida. No quise nunca hacer mío lo que en verdad era de otros, pero las comillas son difíciles de introducir en la vida, junto con las citas y referencias que, en los artificios y los trabajos, serían obligatorias. No plagié, tampoco pedí prestado. No supe cómo hacerlo para defenderme de su encanto y me engatusaron, y desde niño vengo haciendo lo mismo. No me presenté al darme cuenta, ni entregué mis respetos. Hoy, sin más, se lo agradezco. Y valga este post, y sirva esta entrada, a todos aquellos que supieron sembrar su propia experiencia en otros. Cada persona grande es una atalaya desde la que otear, con sus palabras, si te fijas bien. Y cada persona pequeña es una oportunidad, brillante y única, para aprender de nuevo.

Cuando leo un buen libro, un artículo genial, un post de aquí o de allí, hasta un tweet o estado en facebook, o escucho una conferencia, una clase, me contagio. No lo puedo evitar. Son pegadizas estas experiencias de realidad, siendo realidades derivadas. Aunque no me guste todo, algo se me queda. Aunque lo deteste, y nunca quisiera haber aprendido algunas de ellas, no por malsonantes sin más, sino por su contenido, aquí conviven conmigo. Unas palabras me engrandecen, otras me estropean el alma. Cuando las he escuchado, o leído, ya es tarde para corregir. Están aquí conmigo, viven dentro de mí. Por su bondad, entusiasman, tanto como diría que otras nublan la inteligencia, pervierten el pensamiento y distraen de lo esencial. Ojalá pudiésemos hablar del amor, sin referirnos a sus contrarios, poque no conociéramos nunca sus opuestos. Ojalá sólo existieran palabras bellas para hablar de los demás, y el mismo lenguaje nos impidiese decir algo diferente a lo mejor y sublime que pueda haber en el otro. Ojalá las mentiras estuvieran prohibidas en los libros o en las conversaciones como lo están, o así lo creo al menos, en los labios de los amigos, en los abrazos de los amantes, en los guiños de la vida que nos despiertan. Pienso un mundo sin determinadas palabras y creo que, sin duda alguna, sería tremendamente mejor. La palabra aprendida se hace vida, y no siempre la vida devuelve una palabra con la que conquistar su realidad.

Las palabras tienen el poder de relacionar la vida de la gente. Y yo sé lo que digo y en quién pienso al tratar la confianza al modo como lo hago, o la fe al modo como escribo, o el amos mismo junto a las palabras que para mí describen su contenido y su globalidad. Sé, más o menos, a qué personas se refiere en mí todo lo que comporta la educación, la amistad, la alegría, la esperanza, la seriedad, la frescura. Del sufrimiento, del dolor, de la tristeza, del agobio y del fracaso digo lo mismo. No me refiero en exclusiva a las positivas y Las palabras se pegan. Y yo soy deudor, en cada una de mis líneas, de muchos maestros de la vida y padres en tantas otras experiencias. Las palabras se enseñan, se comunican, se entregan. Y generan, en su misma dinámica, deudas impagables, que permanecerán para siempre vivas en el agradecimiento de quienes sepan, o quieran saber, que si escriben o hablan no es porque son genios, sino porque tuvieron amigos, porque otros antes que él se dedicaron a pensar, reflexionar y vivir, y escribieron lo que pensaron, reflexionaron y vivieron. Y utilizaron los recursos, las herramientas que estaban a su disposición: las palabras.

Hoy pienso que la palabra no es lo que se enseña en la escuela, como conjunto de letras, como combinación de fonemas, como significante con significado. Hoy pienso, y quiero creer y agradecer, que la palabra es vida. Mucho más que vida en general o en abstracto, que es vida personal, vida en persona, vida que recuerda a otros que también la pronunciaron y les une, les encuentra, les aproxima en los buscadores como buscadores, les encuentra de algún modo, siempre incierto, sin que ellos se den cuenta. Hoy, en el mundo de internet y de las redes sociales, subrayando hahstags de una u otra manera, o con etiquetas en los artículos, pienso que hay palabras que unen a toda la humanidad, sin que quizá se estén dando cuenta. Palabras básicas, como básicos son los sentimientos. Palabras fundamentales, que les enraízan y les alimentan de igual manera, de igual modo. Palabras con lógica, con motor. Palabras que impulsan, provocan y convocan, resuelven y envuelven según corresponda. Palabras misteriosas cuyo origen todos desconocen. Me pregunto hoy quién fue quien pronunció la primera gran palabra. Y le agradezco esta hazaña. Esa palabra, que sin duda fue «amor», o «ser», o «luz», o «vida», o «verdad», o «bien» nos une a todos los hombres en diversas lenguas, con diferentes historias, con rostros de lo más variopinto. Y esa palabra, que nos une, sigue aquí, con nosotros, y nos contagia. Esa palabra quiero pensar que sea nuestra esencia.

Descubre otro artículo, que te hará comprender qué estoy diciendo realmente.

La red no es una herramienta para acercar personas


En mis clases, de vez en cuando, se escapa algo de mi interés sobre la red. Veo a mis alumnos como consumidores acríticos ante un mundo deslumbrante que, pese a la infinidad de posibilidades que les abre, al mismo tiempo les encauza en una única dirección habitualmente. Aunque el título pueda ser un tanto pesimista, lo que fundamentalmente expresa son dos equívocos comunes en el uso de las redes sociales:

  1. Considerar internet como una herramienta, entre otras, al servicio de las personas, sin ahondar claramente en las transformaciones sociales y de los espacios públicos, según ya lo estamos viviendo. Los expertos en estas cosas -que muchas veces son multinacionales encargadas de «vender» algo a la sociedad, y que para ello diseña campañas que lleguen e impacten en la población- nos hace tomar conciencia de que internet no es algo más, al lado de otros aparatos que hay a nuestra disposición. Se trata de un elemento que está haciendo «explotar» la cultura y las relaciones al modo como hasta ahora las entendemos.
  2. Por otro lado, la segunda mentira es que internet y las redes sociales acerquen personas. Para muestra, un botón, o los muchos que se pulsan dentro de esta nueva cultura de la red, la nube, la disponibilidad casi automática, el trato frecuente. En lugar de acercar personas lo que estamos logrando fundamentalmente es aproximar a personas ideas, imágenes, contenidos que pueden o no ser personales, detrás de los cuales, efectivamente hay alguien, aunque no siempre lo conocemos o hemos tenido trato con él. En este sentido, creo que el argumento «directo e inocente» sobre la proximidad real, sobre la cercanía continua entre personas, es una mentira como la copa de un pino. La pregunta que yo me hago entonces es qué estamos acercando y a qué jóvenes o adultos, y cómo reciben en sus vidas esta nueva proximidad. Un mundo en el que ellos mismos, según criterio, parecer o momento, pueden exponerse o recibir. Y todo, de forma continua.

Lejos de ser una visión pesimista, me lo planteo de la forma más optimista posible. Porque los puntos anteriores están necesitando de una recta orientación y una claridad y transparencia imprescindiblemente humana. Se hace urgente la reflexión y la propuesta de alternativas en este sentido. Por lo que me atrevo a decir tres cosas:

  1. La necesidad de la propia imagen en internet está generando todo un movimiento hacia la identidad y el conocimiento propio, que puede ser enfocado de múltiples maneras, pero que está ahí. Necesitamos, como nunca, de una imagen, de una apariencia, de una identidad. No vivimos y después creamos nuestro perfil, sino que al a inversa, creamos un perfil base, con una imagen, unos gustos y unos criterios, y después comenzamos a relacionarnos. Este aspecto llama la atención de muchos expertos, también en el ámbito educativo.
  2. Puede acercar personas, siempre y cuando no se esté en la red «usando» herramientas y aplicaciones, sino de modo que permitamos el trato, el diálogo, la apertura del otro, su expresión, etc… Hay una forma de estar en la red, como consumidor, que lo imposibilita o hace rehuir a otros. O dicho de otro modo, se puede «estar en la red» como un ámbito más o menos público, más o menos privado. Y aquí existen grados. ¿Es posible? Caramente. ¿Algo más allá de las ideas y de la imagen? Pues, como en todo, existen distintas posibilidades.
  3. Y, por último, creo que también la red hace creer exponencialmente la difusión de ideas, de contenidos, de mensajes, de propuestas, de proyectos. La web1.0 no ha quedado obsoleta, en ese sentido, sino que tiene vigencia integrada, con la enorme aportación que hace web2.0 de que esos contenidos sean tanto compartidos como creados por usuarios, de forma libre y autónoma, con mucha facilidad y diposición por parte de todos. Me parece, insisto, que la posibilidad de un mundo común, compartido en esta línea objetiva facilita mucho el acercamiento de unos a otros y la superación de ciertas barreras invisibles, pero existentes, en la red. Es como una especie de «nudo» dentro de la web que provoca el contacto y la relación, el pretexto y algo más que el pretexto, el interés personal que pasa a ser compartido y generado por muchos.

Qué alegría da ser leído por gente que conoces


Escribir en un blog significa llegar a conocidos y extraños. De hecho, no se sabe quién te lee, ni quién se adentra en tu vida, en tu pensamiento, en tus palabras. Algo intuyes cuando te hacen comentarios dentro o fuera del blog, pero poco más. Al final todo queda ahí, en la nube, a disposición de quien pase por el lugar como un papel que se deja en una acera o un periódico en el vagón del tren. Absolutamente disponible con la salvedad de que lo has escrito tú, que ha salido de tus entrañas o de tu reflexión. Algo nada desdeñable.

De este modo, las personas que leen los blogs pueden ser o bien personas con las que compartes afinidades, o bien personas con las que existen diferencias significativas. La verdad es que me agrada saber que internet también es un espacio para un diálogo y para el encuentro, que va más allá de la retroalimentación y la búsqueda de lo que ya sabemos. En ese sentido, es un ámbito para preguntarse y para buscar muy interesantes. Razón de este blog. Sin embargo, hoy me sorprende y alegra que haya habido dos personas de mi entorno que me han hablado de lo que escribo. Y, ahora sí, reconozco que se vive de forma diferente. Por un lado, con la timidez que implica esta desprotección. Por otro, con la inmensa satisfacción de iniciar en la red un diálgo que alcanza a la vida. Además, a ambas les ha ayudado. Cada una en su situación, conectando con su realidad. De diferentes edades, de diferente historia, de diferente perspectiva en la vida. Y, sinceramente, no sé si hay en el día de hoy algo más grande que las palabras de estas dos personas.

Ahora bien, les agradecería, tanto a conocidos como a desconocidos, a cercanos como a lejanos, que no me considerasen ni un sabio, ni un experto en nada, ni una persona dogmática -en sentido negativo- y cerrada -para mí casi un insulto-, que se cree segura y pagada de sí misma, ni alguien a quien hay que seguir como si fueras del grupo de los amigos de… No es que no lo quiera sin más, es que mentiría si fuera me adueñase de algo que no considero que sea ni «mi tesoro» (al estilo Golum), ni «mi libro» (al estilo Umbral), ni «mis palabras» (al estilo de la mayoría de los políticos), ni «mi vida» (porque no desearía anunciarme a mí mismo, ni publicitarme a mí mismo). Tengo amigos mucho más sabios que yo, y libros más interesantes que mis blogs. De hecho, yo ni siquiera me leo. Así que, si lees esto intenta buscar algo más allá de las palabras y de cuanto aquí aparece. Es más, si lees esto, por favor, haz el esfuerzo por rezar si crees, o por pensar si no tienes fe. De verdad, créete aquello que te ayude a encontrar la verdad y el bien, no a quedarte como estás ni a vivir cómodamente, ni a reforzar tus propuestas. Encuentra tu vocación, tu vida, tu llamada, tus amores, tus preguntas, tus fuerzas, tu entusiasmo, tu sentido común… lo que sea. Estamos hechos para buscar y preguntar, pero también para encontrar y responder, en la medida en que podamos hacerlo.

Yo soy el primero que anda en camino, y por eso escribe, el primero que busca, y por eso escribe y lee a muchos otros antes que a mí mismo. Yo soy el primero que dudo de mis cosas, que pongo en tela de juicio aquello en lo que ando, lo que viene a aposentarme. Yo, intento ser el primero que quiere algo más que conocer y conocer, y dejarse llevar por la curiosidad y la novedad; el primero que desearía alcanzar una pizca de sabiduría, de la que es capaz de saborear lo antiguo y lo nuevo, sin cansarse, y ahondar en su verdad. Por eso escribo. Para compartir, principalmente búsquedas y encuentros, siempre vida y amores; para compartir y encontrar a quien también se pregunta, como yo, y ha encontrado alguna respuesta, como yo.

4 BLOG EN LOS QUE ESCRIBO DIARIAMENTE, O ESO INTENTO (cada foto, un link)

PREGUNTARSE Y BUSCAR. Es quizá el blog que más difusión y alcance tiene, a pesar de ser el menos específico de todos, en el que entra cualquier cosa de la vida de hoy, de mañana, o de ayer. En plan cajón desastre de preguntas de lo más humano y de lo más divino. Una mezcla interesante que simboliza bien a un sacerdote escolapio que va con camisa de cura y pantalones vaqueros, que es educador de misa y de aula, habitualmente entre jóvenes y familias.

PARA EL AÑO DE LA FE. También he abierto otro blog. Así, cada día, podré dedicar un tiempo más o menos breve, o más o menos amplio, a reflexionar sobre la fe y a refrescar mis búsquedas. Quiero leer así el Catecismo; ese libro naranja, para adultos, y amarillo, para jóvenes, en el que la Iglesia expresa de forma sistemática y ordenada su fe. Quiero leerlo durante todo el año, sin prisa y sin pausa, a la manera como suelo acercarme a la vida: con preguntas, sin saberlo todo, procurando distancia, dejándome alcanzar por la realidad, permitiendo que me trastoque.

COMENTANDO LA PALABRA DE DIOS, de cada día. Porque cada día la Iglesia hace lectura de un pequeño texto de la Biblia y otro del Evangelio. Cada día se celebra esta Palabra en la Eucaristía. Y, con más cuidado que incluso mis propias clases de Religión o de Filosofía, atiendo y escucho antes de hablar. Rezo los textos, los saboreo, los agradezco, intento vivirlos. Todos los días, de forma responsable, me acerco a ellos, e intento escribir dos párrafos sobre cada uno.

UN PÁRRAFO AL DÍA. Algo que está un poco perdido, y un blog en el que recibo ayuda. Leer leo, y mucho. Sobre cosas que me interesan, eso sí. E intento poner un párrafo cada día. Algunos días lo consigo, otros muchos no. Pero ahí está esa pequeña contribución a la literatura, a la filosofía, al hombre y la mujer que hoy saben que buscan y a quienes otros más sabios pueden decir algo.

QUEDA ALGO MÁS

Por supuesto que sí, pero no tan diarios. Ahora bien, con lo anterior voy servido. Los otros son fruto de mayor disponibilidad y de otro tipo de experiencias.

En cualquier caso, termino diciendo que hoy me siento inmensamente agradecido a las dos (o tres, o cuatro) personas cercanas que me han hecho un pequeño comentario y agradecimiento por lo que escribo. Es una responsabilidad, y un privilegio, estar así en el mundo. Enriqueciéndome, y enriqueciendo a otros. Siempre abierto a dialogar, siempre a buscar en compañía, siempre preguntándome. Ojalá algún día toda persona deje de ser desconocida. Creo que llegará. Y me alegraré inmensamente.

Dejarlo todo – Miniidea


¿No os sorprende que cualquier persona pueda dar al traste con todo, abandonarlo, dejarlo, echar la vista a otro sitio? ¿Desprotegerse, liberarse, soltar amarras, sin echar la mirada atrás, desplegar velas, lanzarse a caminar, comenzar la aventura, subirse al tren? ¡Cuántas metáforas! Todas de lo mismo. ¿Pasar a una vida nueva, sorprendentemente, en un momento de su historia, al amparo de una decisión, al abrigo de la confianza? Algo reservado a los que andan despiertos, a los que no tienen miedo, a los que lo dan todo porque nada tienen que perder. ¿No serán tachadas de locas las personas que obran así, como si lo de antes no existiriera, como si lo de antes ya no tuviese fuerza sobre ellos? ¿Cuántas veces hemos pensado en desaparecer, en cambiar radicalmente, en marcharnos a otro lugar? ¿Qué impulsa al hombre, en su interior, en su pensamiento, en sus sentimientos, en sus deseos, a creer firmemente que esa es una salida para su vida? ¿Qué lleva a los hombres a una conversión tan radical?

Personalmente me admira la fuerza de la libertad humana, también los miedos que despierta. No me deja indiferente darme cuenta de una realidad tan inmensa como ésta, capaz de abrazarse a la novedad, de dejarse en manos de la confianza, de liberarse de sus ataduras. Pero sólo en lo teórico, porque en la vida corriente y moliente las cosas caminan a otros ritmos. Sería posible, pero poco práctico. Sería posible, pero criticados e incomprenidos. Sería posible, pero con costes altos. Sería posible empezar de nuevo. La cuestióne es si lo creemos o no, si confiamos o no, si nos dejamos hacer o no, si nos liberamos o no, si dejamos realmente todo o no. Ahí está el asunto. La vida nueva  ya ha sido prometida para todo aquel que quiera acogerla. ¿Te atreves a confiar? ¡Verás un mundo nuevo! ¡Sin duda alguna, nuevo!

En los límites se encuentra la perfección humana – Miniidea


Lo humano, de por sí limitado, con una sed desafiante, se hace más perfecto, más bondadoso, más excelente y más sublime cuanto más se agarra a lo importante. Incluso cuando vive de lo único importante. El exceso, el desbordamiento, las carreras y la insatisfacción terminan por agotarlo en sus propias búsquedas, sin remedio, y desconsolándole, al mostrarle que anda divagando sin hallar nada que merezca la pena y dejando pasar oportunidades sin final de ningún tipo. Lo humano, su perfección, han de encontrarse precisamente allí donde pocos las buscan. Quizá lo perfecto humano sea su debilidad, su precariedad, la necesidad de restricción y vivir restringido. Quizá el hombre experimente más amor y más grandeza cuando sabe en qué emplearse por completo, sin medida. Quizá, sólo quizá, porque me gusta mucho la palabra quizá, la persona deba definirse, ponerse límite, ahogar sus posibilidades, dejar de abrir y abrir puertas, para saber quién es verdaderamente, a qué está llamada exclusivamente, cuál puede ser su meta definitivamente. Pero esto último sólo quizá. Dicho con prudencia y recato, con sencillez y más intuición que inteligencia de todo. Aquel que ha encontrado algo por lo que merece la pena dejarlo todo, de ese decimos que es verdaderamente feliz. De eso, sinceramente, no me cabe la menor duda. Cuando el hombre pierde el miedo a sus propios límites, y se olvida de sí mismo, algo me dice que ha entrado en un plano infinito, está rozando lo absoluto, se encuentra cara a cara frente a un Misterio capaz de reclamar de él todo cuanto es, y que quizá ni siquiera él se había enterado de que era.

El minuto antes de empezar a estudiar o trabajar


De cómo empiece algo, podemos esperar sus frutos. Si algo empieza estupedamente, las fuerzas parecerá que crecen durante la tarea en lugar de mermar. Se ampliará la esperanza y el tiempo pasará más despacio. Si por el contrario, todo se inicia bajo el signo del pesar, de la resignación, de lo que se soporta sin saber bien el motivo, podemos pensar que nos desgastamos, que podríamos estar haciendo algo maravilloso pero vivimos en un mundo que nos esclaviza. Si empieza mal, para que termine bien tendremos que corregir. Lo cual supone un esfuerzo añadido, que he puesto “yo” con mi actitud desde el inicio. ¡Estúpido pero cierto! Quien se sienta cabreado a estudiar delante de un libro que ni le dice nada ni le habla de lo que quiere y busca en la vida, o quien se pone a trabajar bajo el impulso del bramido, concluirán la tarea como soportando lo que en verdad es una gran oportunidad.

Te propongo que, antes de empezar cualquier tarea, dediques medio minuto o un minuto a alguno de los siguientes puntos:

  1. Pensar en quien no puede hacer lo que tú, y que le encantaría que alguien le diese la oportunidad que tú estás disfrutando. Sea el estudio, sea el trabajo. De modo que, vivir bien esta tarea es una responsabilidad también para con ellos.
  2. Ofrecer el trabajo, el estudio y su sacrificio por alguien. Darle sentido en lo profundo, para que no se cierre sobre sí misma, y se abra a otra realidad más grande. Hazlo por tus padres, por tus hermanos, por tus hijos, por tus relaciones, por tus amigos, por quienes sufren, por Dios. Si no tienes fuerzas para hacerlo por ti mismo, hazlo por otros. Que esperan que lo hagas bien.
  3. Entrar con paz y calmado, sabiendo el tiempo que vas a dedicar. Algo así como adentrarse en la tarea sin permitir que la inercia y los prejuicios pesen en ti tanto que te condicionen y te desconcentren desde el inicio. Entrar centrado, abrir la puerta sabiendo lo que quieres conseguir y lo que puede ocurrir.
  4. Eliminar las distracciones y ordenar el lugar. Una buena forma de disponerse físicamente, encarnadamente, supone distribur los recursos que están a tu alrededor como aliados y no como enemigos.
  5. Renovar motivaciones, criterios y opciones. Además, te aconsejo que esto no lo dejes para los momentos en los que estés bajo de ánimo, cuando tengas que rascar y escabar para encontrar algo convincente, sino que lo tengas presente precisamente cuando todo va bien, cuando todo marcha, y cuando te encuentras libre y con fuerzas.
  6. Ajustar espectativas. Que el tiempo y las fuerzas son limitadas, y eso las hace reales y manejables. Este “autoajuste” es un arte que se desarrolla con la edad y la experiencia, sobre todo con la autoevaluación y reflexión personal, que no nace espontáneamente.