Una fe formada


Os cuento una experiencia, bastante reciente. No personal en cuanto propia, pero sí muy personal en cuanto a la relación, y la estima que tengo por este joven, con el que ayer mismo hablaba. Vino sin saber bien si deseaba confesarse, si quería charlar un rato simplemente, si tenía dudas, si tenía inquietudes. Lo primero que supe reconocer, porque era notable, su movimiento interior. Dos o tres palabras intensas al inicio ponían de manifiesto que venía con ganas de profundizar, que no quería una conversación superficial, al uso, como en tantas ocasiones nos hemos visto. Algo le había ocurrido, aunque le costaba poner palabras, darle forma. Era una cuestión que le afectaba, que le tocaba, que le pedía. Es más, se había sentido tocado, herido por algo. No sabían formular bien qué le estaba ocurriendo.

Al poco tiempo de dejarle hablar con tranquilidad y espacio, para que pudiera irse aclarando, él mismo iba ya asentado algunas bases. Me resulta curiosa esta reacción tan humana. Como si la escucha de uno mismo no fuera suficiente. Es necesario contárselo a alguien en persona, en directo, a las claras. Él mismo tejía  ya la red de relaciones, los pasos de lo que le había pasado. Estaba inquieto hacía tiempo, con una pregunta que no se atrevía del todo a sacar. Rezaba, asistía a su grupo de fe, leía algún que otro post por aquí y por allí. Todo normal, aparentemente normal. De vez en cuando algo le reclamaba una atención mayor, conseguía aparcarlo un rato y seguir adelante. Nada anormal. Creo que muchos andan así por la vida, con este desparpajo. Aunque ha llegado a un momento en el que se siente libre, y un tanto urgido, quiere responder a lo que ocurre y a lo que le anda dando vueltas. Así que, a propósito de una celebración y de una conversación con un amigo, que nada tiene que ver con sus grupos de fe, se le ha despertado la necesidad de ver las cosas de otro modo. Un pequeño reflejo, de una persona alejada de la iglesia y con una fe débil, le ha hecho cuestionarse su propia vida, sus aspiraciones. Como si otros pudieran ver en él más de lo que él mismo es capaz de reconocerse abiertamente. Se trata, como él mismo decía, de responderse para ser feliz, sin miedo.

Toda la conversación al inicio, que estaba muy enrevesada, donde se decían cosas sin decir, pasó a un segundo momento en el que se apoyó tranquilamente en la silla y preguntó: ¿Qué es lo que quiere Dios de mí? Una vez puesta sobre la mesa esta pregunta, el joven respiró de modo diferente. Comenzamos a hablar. El final de la conversación nos lo reservamos.

Me doy cuenta, no pocas veces, de lo neceario que es cultivar una fe formada, una espiritualidad con cuerpo, una acción integral en la persona para poder dar respuesta a la voluntad de Dios en nuestra vida. Creo que hay pocos ámbitos abiertos en la iglesia que cultiven a los jóvenes de esta manera. Una buena formación,  que se adelanta a la urgencia y a la necesidad de responder, tarde o temprano, a la vocación de Dios en la propia vida. Una buena formación que integre, no que desconecte, que vaya más allá de las dos o tres ideas de siempre, y de las simplificaciones. Visto cómo está el panorama en determinados ámbitos de iglesia, las opiniones de vez en cuando las deberíamos dejar a un lado, también entre los que se inician. Y a los que llevan largo recorrido, les convendría hacer algo de reciclaje y mantenimiento. Hoy considero que es urgente en la Iglesia atender esta cuestión. Creo que el joven, con quien hablaba, si hubiera sabido algo más, si tuviera a su disposición herramientas de fe y palabras de fe no se habría agitado tanto, le parecería más normal o quizá incluso más impactante y conmovedor sentir y saber que el Espíritu aleteaba y soplaba en su vida desde hacía tiempo.

¿Qué deseo entonces para este joven, del que proviene esta reflexión?

  1. Verdad consigo mismo, verdad que no se agota en sí mismo. Él ya sabe que lo que le ocurre le supera, le antecede, no proviene sólo de su voluntad, ni de sus ganas, ni de su entusiasmo. Si fuera así, podría acallarla. Verdad con él, autenticidad.
  2. Libertad para reconocerlo. Entrar, por tanto, en búsqueda y diálogo. Como siempre, en verdaderas fuentes. Su búsqueda, el reconocimiento de la misma, será elemento definitivo para decidir, para clarificar, para saberse saciado o para saber que anda tapando agujeros. Ya que está en camino, que sea libre para experimentar y aprenda de su propia vida. ¿En qué lugares se ha encontrado con vida, de la que dura para siempre y nutre para siempre?
  3. Formarse en escuelas superiores. No precisamente universidades, sino en una fe entera y formada, con cuerpo, con «chicha», nutritiva. De la que necesitará masticar y en la que dos o tres palabras importantes constituyan un verdadero itinerario. Que no se quede en la cabeza la idea de salvación, vocación, liberación, gracia o pecado, Hijo e hijo, Iglesia y comunidad. Que entre en ellas, que penetre hondamente en ellas, que se deje cubrir por su misterio.
  4. Que decida. Porque hay verdades de la fe que no se adquieren más que a través de la vida, que están alejadas de los libros y de las personas, que provienen del Espíritu.

5 pensamientos en “Una fe formada

  1. Qué experiencia más hermosa tuvísteis!.
    Coincido contigo en la necesidad de una fe más formada…necesitamos de ese reciclaje en unos casos y en otros directamente de formación. Los jóvenes hoy no lo tienen nada fácil…el camino de la fe se hace más complicado para ellos por la cantidad de «ruidos» de llamadas que hay a su alrededor…y que distorsionan la voz del Espíritu…creo que el mundo tiene necesidad de testigos, personas que con su vida den crédito a la Palabra, se cumpal aquello de : «venid y lo veréis» y esto no es sólo tarea de los sacerdotes o de las monjas…no, de todos y cada uno de los cristianos bautizados…

    Alguien dijo que el cristiano de hoy es contemplativo o no será nada…algo así…parafraseando.

    Le pido a Dios nos ayude a dar testimonio con la vida de que Cristo vive y nos dá la vida más plena…gracias…

  2. pues sí, cuantos tras la 1a Comunión, preparada d modo tan ‘light’ a veces, con los años y las influencias culturales q aportan los propios amigos se alejan y ni llegan a preguntar por no tener proximidad como la que, gracias a Dios, ha este chico con alguien con quien abrirse.

    • Efectivamente, una pregunta importante. No sé si LA pregunta, pero sí de LAS preguntas más importantes para la vida cristiana. En eso no puedo estar más que de acuerdo.

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